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#2

Aquí vamos de nuevo. Una mañana más, una mañana menos. Debería alimentarme mejor, y beber más agua. Me haría bien dejar de fumar. Me corrijo, le haría bien a mi salud física dejar de fumar. Recuerdo cuando no estaba de moda ser sano. Recuerdo cuando tampoco estaba tan de moda ser un idiota.

Einstein lo dijo. Nuestra estupidez es infinita. ¿Qué pensaría él si pasara un día sumergido en nuestras redes sociales? Gente bailando para llamar la atención. Fotos, fotos y más fotos que lucen iguales. Sonrisas y más sonrisas de artificial felicidad. Cuerpos libres y mentes esclavizadas. Frases que suenan a las mismas frases de siempre, pero menos interesantes. Escritos, como este, porque parece que ahora todos tenemos algo importante para decir.

En este instante de nuestra historia, la humanidad se puede explicar con esa frase de Groucho Marx que dice que es mejor quedarse callado y parecer un idiota. ¡Ahora sí que nos aseguramos definitivamente de despejar toda duda!

Oh, pequeñas estupideces a las cuales nos aferramos, creyendo que en ellas se encuentra nuestra salvación. Quienes se jactaban de no dejarse manipular por las garras de la religión, han caído ante un dios aún más omnipotente, omnipresente y omnisciente: Internet.

Se cae la señal, y, a los pocos minutos, ya la veneramos como si se tratara de un dios; otro dios que nos da el placebo del libre albedrío; otro dios al cual le aceptamos sus bases, condiciones y mandamientos; otro dios que nos promete el paraíso; otro dios que nos ha abandonado.


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